La sierra minera se expande por un espacio que pone a La Unión en la élite de los museos

El Liceo de Obreros es ahora un conexión sólida con el mundo minero que envuelve a La Unión gracias a un centro museístico dinámico en el que hay cientos de alicientes que contemplar, pero sin sensación de acumulación gracias a una musealización rompedora, especialmente en el tramo en que ‘mete’ al espectador en una ‘galería’ subterránea en la que hay vagonetas restauradas procedentes del monte y de las rotondas, al igual que tierra de la sierra, la misma que ha sido ubicada bajo un más que centenario malacate, cuya madera ha sido trabajado por un especialista nacional procedente del País Vasco. Los que lo han diseñado proclaman que no quería crear "un museo inerte de vitrinas y objetos" y lo han conseguido, siendo el sentir general de los visitantes de la jornada protocolaria que hay que volver "pues hace falta más tiempo para ver todo lo que ofrece". El nuevo museo ya cautiva.



Hace quince años surgió la idea de tener un nuevo museo minero y un año más tarde (en FITUR) se firmó el primer contrato, pero el tránsito hasta verlo hecho creado han sido excesivamente largo. Sin embargo, ‘no hay contratiempos que cien años duren’ y hoy se ha podido contemplar lo que es una hermosa realidad, que ha tenido a autoridades y una amplia representación de la sociedad e instituciones de la Región de Murcia como testigos. La crónica oficial tiene otro artículo en el periódico La Unión de Hoy, pues en éste queremos centrarnos en cuestiones paralelas a las protocolarias de una mañana que a las 12.18 horas ha tenido el descubrimiento de la placa conmemorativa y poco después la bendición a cargo del sacerdote Ginés Luis Vicente, quien ha esparcido el agua bendita por la instalación y algunos asistentes.



El Museo Minero ha vuelto a donde estuvo hace una década, pero ahora es otra historia y mucho más. Lo primero que se percibe es que es algo especial, pues si se llega por la calle Siete de Marzo se contempla (restaurada) una fachada con más de cien años de historia para, enseguida, entrar por un lateral envuelto en un diseño vanguardista. En este punto hay que reseñar que el inmueble ha sido proyectado por el arquitecto José Manuel Chacón, pues es de (total) justicia. Desde el área de recepción se contempla un gran montaje fotográfico de unos veinte metros de longitud. Su autor es el unionense Francisco Silvente explica que, con el Cabezo Rajao como imagen central, ha incluido elementos de las minas Lo Veremos, San Valentín y San Lorenzo, entre otras, junto con la chimenea del pozo de San Sebastián de la mina Trinidad. También figuran elementos actuales del paisaje de la sierra minera, como son los molinos de viento que, explica Silvente, están en la cantera de San Valentín.

Debajo están las puertas de acceso a una sala con 240 butacas con perfecta y cercana visión de lo que sucede en el escenario, ideal para acoger eventos en la ciudad. Regresamos a la sala central de la planta que preside uno de los últimos malacates que existen, en concreto, uno de 15 metros de alto y más que centenario. Estaba en la cantera Emilia y ha sido cedido por Portmán Golf. Impresiona casi tanto verlo dentro de un edificio como cuando estaba al aire libre. La madera está en perfecto estado gracias al trabajo llevado a cabo por Mikel Landa, un especialista de la recuperación de este material que se ha ‘fichado’ del País Vasco. Todo tiene de base tierra de la sierra minera, sobre la que se han marcado las herraduras del animal equino que en su día daba vueltas para hacer funcionar esta estructura, cuyo esportón (jaula por la que eran bajados los mineros) se introduce en el suelo y conecta con el subterráneo del museo. Está todo muy logrado.

La luminosidad de esta sala se va perdiendo conforme se desciende por unos escalones hacia la planta de sótano. El objetivo es reproducir el ambiente sombrío que tenían las soterradas galerías mineras, aunque lo primero que se observa es una maqueta de tierra natural que reproduce la sierra minera. Después la mirada efectúa un movimiento panorámico para darse cuenta de que hay mucho que ver. Sin embargo, no hay sensación de amontonamiento. Todo está muy bien estructurado con las secciones 'Línea del tiempo', 'La mina', 'Geología', 'Sociedad' y 'Minería a cielo abierto', pero lleva su tiempo, algo que en esta mañana no se disponía, con lo que nos sumamos a lo que hemos escuchado a bastantes de los primeros visitantes del centro museístico: “Esto hay que venir a verlo bien con tranquilidad y más tiempo”.

Ante esta situación, hemos decidido buscar a personas que han participado en la gestación de este diseño. Gonzalo Vicente Pagán, director del museo y a la sazón archivero municipal, nos ha presentado a Ángel Rocamora, un profesional de la musealización de Elche y que en su trayectoria figuran trabajos en el ‘Museo de El Cigarralero’ de Mula y que está trabajando en la musealización de la futura casa-museo de Isaac Peral en Cartagena junto, al igual que en La Unión, José Manuel Chacón. “No hemos querido hacer un museo de vitrinas y objetos, pues aquí los ilustres son los mineros, incluidas en esa labor hasta sus mujeres e hijos. Entre todos ellos hicieron posible que la minería llegase a ser lo que fue”, es su primera explicación, reflejando en ella otro detalle muy importante, como es el reconocimiento que se le hace a la mujer, pilar fundamental también de aquella época aunque no trabajase en la mina. “Este homenaje es único en España”, ha apuntado más tarde el presidente de la Asamblea Regional y periodista, Alberto Castillo.

Seguimos con Ángel Rocamora, a quien observamos en la foto superior de este artículo junto a una máquina de la exposición. “El segundo objetivo es la activación de un museo, lo que lleva su trabajo, pues habitualmente es una instalación inerte. Para ello, hemos conectado la montaña al museo con la gigantesca foto de la entrada, con el malacate, con más trescientos objetos, con más de doscientos minerales y, entre otros detalles, de setecientos metros de vitrinas cuya desarrollo lineal se va rompiendo, además de recuperar elementos como las vagonetas y máquinas”, indica, apuntando que las tres que están en el museo proceden de dos rotondas y de la que muchos senderistas conocen que estaba abandonada en la sierra, habiéndose recuperado con un arduo trabajo, al igual que el zorrillo que se encontraba en el parque minero.



Es aquí cuando nos explica que el malacate, al tratarse de un bien de interés cultural (BIC), ha sido tratado por un especialista en la madera y que toda la tierra que aparece procede de la sierra minera, siendo todos elementos “para crear un imaginario psicológico para el visitante, al igual que otros objetos conocidos de la minería, incluyendo el lingote romano que se expone”, añade.

También le comentamos que la reprodución del ‘lago rojo’ ha merecido comentarios muy positivos del público (“está muy logrado”), al igual que otros aspectos de la distribución de objetos, lo que le hace sonreír, mientras que lo que ha extrañado ha sido una obra de huesos y calaveras, que muchos (lo sabemos porque varios nos han preguntado a nosotros) no terminaban de entender aunque leyesen el texto que lo acompaña, especulando algunos que es un homenaje a los fallecidos en la mina. Nos han explicado que es un trabajo de arte contemporáneo de un artista yeclano de reconocido prestigio, Lidó Rico, que ha creado una alegoría del sufrimiento y del trabajo que se asume por necesidad, con la religión siempre como soporte. Para los que nos han preguntado y no hemos sabido qué responderles, valgan estas líneas como contestación en diferido.  

Otras escaleras nos ‘sacan de la mina’ y volvemos a aparecer junto al Malacate y a la entrada del aula didáctica ‘Mariano Muelas Espinosa’, explicando Gonzalo Vicente que es un lugar importante para el museo, “pues es el lugar que escolares y asociaciones pueden llevar a cabo talleres y actividades de aprendizaje sobre la minería”. Por cierto, en nuestro tránsito hemos pasado por varias 'parcelas de suelo' que se han conservado de época y que resulta atractivo fijarse.

Junto a nosotros también se encuentra Sonia Hernández Gómez, arquitecta jefa del Ayuntamiento de La Unión, quien resalta que sacar adelante un proyecto con demasiados ‘baches’ en su recorrido “ha sido un reto difícil, pero que ha merecido la pena gracias al empuje de un gran equipo humano liderado por los arquitectos de la obra y de la musealización”, expresa.     

La protocolaria puesta de largo acogió después una interesante y breve proyección (lo breve y bueno…) que arranca con uan somera explicación sobre la minería (y los cantes mineros) de Gonzalo Wandosell, nuestro cronista oficial, y en la que también aparecen un geólogo, un responsable de la centro Mina Las Matildes y vecinos de La Unión y de El Llano del Beal, para después la teniente de alcalde, Elena Lozano, ceder el micrófono para que los representantes de la Asamblea Regional, Comunidad Autónoma y Ayuntamiento de La Unión ofrezcan las palabras del día de apertura de “un museo dinámico del siglo XXI que es una maravilla”, como han expresado. El broche ha sido flamenco con la voz jonda de Esther Merino (‘Lámpara minera 2022’) y la guitarra de Álvaro Mora (‘Bordón minero’ del mismo año).



¿Cuál es la conclusión de todo lo inaugurado esta mañana? Para la respuesta más significativa nos remitimos otra vez a Ángel Rocamora: “Los visitantes ya no dirán sólo que voy a Cartagena para ver su patrimonio y sus museos, pues ahora tendrán que venir a Cartagena y a La Unión. Con el nuevo Museo Minero es como si esos atractivos tan localizados hubiese explosionado y extendido”.    

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