'¡Hermanos, la gloria nos aguarda!'

62 Cante de las Minas: actuación de 'Los Vivancos'.


"En estas palabras podría haberse resumido el excéntrico show que llevaron a cabo Los Vivancos la noche del 7 de agosto. Al ritmo del “Rey del Pop”, y con el mismo atuendo que solía utilizar en sus conciertos, de traje y sombrero, abrieron la actuación bailando su “Smooth Criminal”, versionado al género del rock duro, sin llegar a ser heavy metal.

El primer tinte flamenco llegó a continuación. Chasquidos y golpes de tacón predominaron en un inicio, a lo que le siguió un juego de saltos y golpeos sobre sus cuerpos, que guió la línea narrativa del show hacia una sección más melancólica, en la que reinó un cierto estilo de “claqué flamenco”. Las castañuelas llegaron después en una sucesión de lentos movimientos que, tras un brusco acelerón, finalizaron los bailarines con un marcado desplante en línea de 6.

La épica colapsó el escenario en una tónica que, de no ser por una elaborada interpretación inspirada en las artes marciales asiáticas, como el kung fu, o un breve episodio de ballet más clásico algo aflamencado, hubiera abarcado prácticamente la totalidad del resto del espectáculo. Un ejemplo de ello fue el desarrollo de una danza de ambiente vikingo, o de una magistral muestra de virtuosismo instrumentístico sobre las figuras de la flauta travesera y del cajón flamenco.

Hacia el final, los Vivancos hicieron gala de su habilidad con los pies, puede que con algo de soberbia o temeridad (si obviamos el ensayo que ello requiere) en una danza con los ojos tapados, seguido de un “pasodoble”, algo más flamenco que el resto del show. Finalmente, concluyeron con un cierre “a lo glorioso”, tras el que incluso bajaron del escenario con el público a saludarles de manera muy cercana. El cierre final llegó con un “bis”, en el que la falta de luz resaltó la cualidad de los zapatos que utilizaron en su taconeo, iluminándose cada vez que golpeaban el suelo a punta de tacón.

“Recoged, hermanos, la gloria que merecéis, y que no quede un alma en la Tierra que no nos mire con asombro. Que el tiempo arrastre el sonar de nuestros pasos, y los escuchen orgullosos pasados los años.” Así, como si de uno de los discursos más erizantes jamás pronunciados se tratase, absorbió nuestra ciudad en su memoria el paso de estos hermanos, que marcaban al bajarse de las tablas, y entre los destellos de los focos de la Catedral del Cante, un antes y un después en el mundo del arte de la danza".


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(*) Natural de La Unión, estudia Historia y Ciencia de la Música en la Universidad de Granada



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