«¡Aquí está, pisando la calle, Don Juan Tenorio…!»
El grupo de teatro de Portmán ha cautivado con las dos primeras representaciones de la inmortal obra de José Zorrilla con la lograda puesta en escena por distintos enclaves del pueblo para narrar cómo una osada apuesta deriva en amor y tragedia.
El 'Tenorio' de Portmán ha triunfado en sus dos primeras representaciones dentro un formato diferente, pues el público acompaña una obra por los escenarios, comenzando por la taberna de la Liga de Vecinos, que más tarde, en otros espacios y distribuciones, será el el salón y el comedor de la casa de Don Juan, mientras que la iglesia de Santiago Apóstol es el ideal convento en el que estaban Doña Inés y el patio de la Liga de Vecinos se transforma en una casa-cementerio muy bien gestada. Y todo ello con muy buenos juegos de luces ante un público reducido debido a que son lugares que no admiten aglomeraciones, con lo que los 55 afortunados de cada representación disfrutan de cerca de unos diálogos que les llegan sin pasar por los altavoces. El hilo conductor entre cada escena son Maricarmen y Maruja como narradoras.
Si a todo lo dicho le añadimos la estupenda interpretación del grupo de actores (no profesionales) dirigido por Francisco García Vicente (a la sazón, comendador en el reparto), el resultado es experimentar otra forma de disfrutar con la obra más representada en la historia teatral de España. Los 'culpables' de todo este cautivador montaje se pueden leer en el cuadro adjunto.
Ahora vamos a la trama, muy conocida por muchos pero no por todos. La historia comienza en una bodega con dos casanovas y fanfarrones, don Juan Tenorio y Don Luis Mejía. Lo primero que hacen es ver quién lleva más muertos y más amantes. En ambos casos gana el primero. "¡Aquí está don Juan Tenorio, para quien quiera algo de él!". En el capítulo de conquistas, lleva por entonces 72 mujeres y entonces osa a apostarse con su rival que ampliará la lista con su novia, doña Ana de Pantoja, y con una novicia, doña Inés. Esas conquistas 73 y 74 complicarán su vida. En este capítulo también podemos conocer que don Diego Tenorio repudia a su hijo y que el comendador de Calatrava y padre de doña Inés, don Gonzalo de Ulloa, también lo tiene entre ceja y ceja.
Doña Inés, tras conversación con doña Brígida en el convento, lee una carta que le envía don Juan a su "Inés del alma mía...". El texto "me ha robado la dulce calma del corazón", reconoce la joven. "¡Ya está aquí!", se escucha. "¿Quién?, es don Juan". La novicia se desmaya y el conquistador de Sevilla se la lleva a su casa, donde doña Brígida se inventa una historia para explicar por qué se encuentra en ese lugar, donde emergerá plenamente el amor entre ambos. "¿No es verdad, ángel de amor, que en esta apartada orilla más pura la luna brilla y se respira mejor", le dice. "No podré resistirme por mucho tiempo", responde ella. "Don Juan yo lo imploro de tu hidalga compasión: o arráncame el corazón o ámame". El beso sella los sentimientos y el galán se compromete en hablar con el padre de su amada.
Antes, en convento, el comendador fue a alertar a la madre abadesa sobre don Juan. "¡No sabéis quién es!", expresa. Entonces encuentra la carta. "Estas letras avalan mis temores", encendiéndose entonces todas las alarmas de un padre sobre la situación de su hija.
Acude a la casa de su enemigo y éste, de rodillas, le suplica que entienda el amor hacia doña Inés. "Por tu vida o por tu bien". También llega don Luis dolido. Todos sacan sus espadas y sólo queda con vida el Tenorio. "¡Llamé al cielo y no me oyó!", dice antes de abandonar Sevilla.
Regresará cinco años más tarde y descubre que su padre ha convertido el palacio de la familia en cementerio de las víctimas de su hijo. Entonces descubre que uno de los panteones corresponde a doña Inés.
Pese a la sorpresa y el dolor, mostrará su soberbia con los difuntos, en especial con el comendador, a quien invita a cenar a su casa junto con el capitán y Rafael, dos soldados a los que encuentra esa noche. Estos dos se desvanecen cuando aparece el espíritu de don Gonzalo, quien termina emplazando al galán al cementerio al día siguiente. Más tarde también aparecerá de forma fugaz doña Inés. El Tenorio, pese a todo, no termina de creerse todo lo que pasa y sospecha de que es una broma de los soldados, creciendo la tensión entre ellos y emplazándose a luchar.
Y llega la escena final en el cementerio, donde a don Juan le aparecen los espíritus de sus víctimas. Allí se da cuenta de que el entierro que ve es el suyo, pues fue muerto el día anterior por el capitán. Don Gonzalo le muestra los escasos granos del reloj de arena que marca la cuenta atrás de cuando se lo llevará al infierno. Entonces aparece doña Inés, quien dio su vida por su amado. Ordena a los espíritus que se desvanezcan. "La voluntad de Dios es que mi alma con la amargura purifiqué su alma impura", dice. Su amor lo salva del infierno al pie de la sepultura. "... es el Dios de la clemencia, el Dios de don Juan Tenorio". Las almas se funden para la eternidad.
Así, de forma muy somera, es la sipnosis de una representación que el próximo viernes, día 8, se repetirá por última vez en Portmán, para el domingo, por la tarde, llevarse al auditorio municipal de Abanilla.
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